Estimada Sra. Ciccone:

Leo por ahí, con pesar, que su matrimonio con un mediocre director de cine británico (la de ‘Snatch. Cerdos y Diamantes’ no deja de ser una tontería post-moderna como otra cualquiera…a ti te querría ver yo en Clapton Pond) se va a pique. Que desde hace meses duermen en habitaciones separadas y anda usted más interesada en ejercer de Madre de Calcuta vestida de Gaultier.

Sin embargo, no es ese -acompañarla en el sentimiento durante este difícil trance- el motivo de esta mi misiva. Se trata, también a mi pesar, de su último trabajo discográfico (y van…).

Titulado ‘Hard Candy’ (otra peli de mierda, por cierto), sale usted en su portada -a sus cincuenta, si no cuento mal, años… ¡joder!- cual dominatrix dispuesta a darme unos azotitos en el culo por haberme portado mal. Perspectiva que, que quiere que le diga, hace unos años me hubiese parecido de lo más atrayente.

Y no es que usted me haya parecido nunca especialmente guapa…pero ponerme, lo que se dice, ponerme, siempre me he puesto un rato, y largo. Porque lo suyo era diferente: a su estatus de estrella del pop se sumaba (lo sigue haciendo) esa separación entre sus dos paletas frontales que tan cachondo me ponía; a su vez, siempre ha ido de rebelde sin causa, despotricando contra Bush al tiempo que viajaba en avión privado y gastaba la pasta en maestros zen, cosa que me hacía gracia; por último, las horas invertidas en el gimnasio la dejaron con un fibroso cuerpo que lograba despertar mi curiosidad (y eso que a mí siempre me ha gustado más la porcelana china…ya le digo que entre usted y yo había una química rara). Pero todo eso ha cambiado a partir de este ‘Hard Candy’: lo que antes era morbo ahora es repelús.

¿Qué tiene esto que ver con el disco? Pues más bien poco, aunque bien es cierto que, como usted misma, sus canciones antes tenían un pase y ahora no valen ni para animar una convención de cajeras del PRYCA. Como no menos cierto es que, en lo que le atañe, la música siempre ha sido secundaria (un poco tarde ya para aprender a cantar).

En todo caso, al respecto del disco en su conjunto, un par de aclaraciones:

Primero: ¿a que cojones viene ahora juntarse con negratas como Timba o Kanye West? A estas alturas, eso está más visto que el tebeo y, de todas maneras, queda mucho mejor en querubines con jamones como Rhianna que en señoras entradas en años como usted. Sobre todo si le dejan las migajas que no quieren ni para ellos (otro día hablaremos de lo mucho que gusta Timbaland a los que no escuchan hip hop…).

Segundo: ya vale con el rollito sado. A su edad ni queda bien ni es de recibo. Su pretensión de ser eternamente joven nos envejece a los demás. Y por ahí no paso.

Tercero: lo de Justin Timberlake -y lo mucho gusta (por igual) a heteros, metrosexuales y gays de distinto pelaje…parece que sólo disgusta a las pavas- no lo acabo de entender. Imagino que será cosa de seres con problemas de identidad (de esos que llevan pitillo y les mola un tío con Circa blancas…por ejemplo). Pero por lo que leo su sola presencia alumbra un disco como ‘Hard Candy’. Me temo que no. Salvo que gustes de meneártela el ritmo de ‘4 minutes’. Tú mismo.

No quiero despedirme sin desearle una pronta recuperación: ojala vuelva a encontrar la felicidad en brazos de su ser amado y pueda seguir coleccionando niños por el mundo y, de una vez por todas. Sólo le pido, a cambio, un poco de vergüenza ajena.

Sinceramente se despide,

Lilaboy le pone un 3.

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