En el hipódromo, lugar de reunión de gente de bien, el caballo percherón por el que ni dios da un duro este año es la música techno. Por mucho que se la espolee lo único que hace es jadear y sólo un par de ejemplos o cuatro, de los que conozco, me parecen dignos de mención en lo que a futurismo e imaginación se refiere. El resto, pues unos miran para un lado, otros para otro, y otros cuantos, para atrás. El problema es que muchos discos de los actuales suenan conservadores, o búsquedas a la desesperada de inspiración en otros estilos.

Esta opinión se mantiene inalterada tras la escucha del nuevo disco de Noze, que quiere cambiar la limpieza electrónica por suciedad bohemia, y las pastis y la keta por los cubatas y, si me pones, las pintas de cerveza; del club se han pasado al pub, ya están viejacos y usados.

La estrategia seguida para lograr su éxito crítico es fusilar a otro músico que es un príncipe de las críticas musicales: Tom Waits. El rollo es que el teatreo vagabundo de Tom Waits, a 120 euros la entrada no se lo cree ni panete, pero por lo menos el tío da más el pego que los dos gañanes parisinos de la portada de Noze, y tiene la decencia de haber hecho discos excepcionalmente buenos.

En resumen, yo que soy un bohemio de mal vivir y debo dinero, me he sentido muy incomodado en mi pijerío comodón por interrumpir mis escuchas de T Rex (cuyos trucos copiaron con más éxito cierta conocida tropa de techno de Colonia), para oír este disco cansino, pesado y con el que no me identifico en absoluto. Los instrumentos suenan mal, las canciones cansan y los trucos que más molan son los que son más evidentemente herederos de la música de baile. Veamos si en el siguiente disco tienen las pelotas en su sitio y plagian a Captain Beefheart. Encima ha habido un apagón en la oficina mientras lo oía, yo creo que el Uno me manda señales, voy a borrar el archivo ipso facto. 3, 2, 1….

Mitch Buchannon le da un 3

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