La verdad, estaba algo inquieto al recibir esta extraña invitación po parte del señor del blog para escribir en su blog. Y más después de ver la estupenda crítica del Profesor Pepino, aunque me relajase saber que los límites de la crítica son aún difusos (Abu). Pero me quedé más tranquilo al ver anoche, ya fuera de mi plazo de entrega, el programa telemadrileño de Las Noches Blancas de ayer último día del mes de Junio, cuya temática de Literatura y Rock congregó alrededor de Fernando Sánchez Dragó (ya sabéis: toda la vida escribiendo y leyendo libros para acabar haciéndome las pajas al revés) a Luis Alberto de Cuenca, Sabino Méndez, Fernando Márquez El Zurdo,. Silvia Grijalva y Montero Glez. Faltaban el Rey del Pollo Frito y Sabina, vamos. Así que me siento hoy más cómodo en este foro.

El disco con el que me estreno me hace sentirme aún más a gusto al tener que criticarlo, pues su sonoridad no me es lejana en gusto, Aunque sí en el tiempo. Me explico: The Black Dog son uno de los grupos míticos de los 90 que practicaron el sonido Warp pero que tuvieron la mala suerte de no salir tanto del underground como otros compañeros, vease Aphex Twin. Tras un largo lustro de silencio, han vuelto en 2008 con este disco en el que siguen apostando por lo que desde Rephlex llamaron braindance. Pero lo publican en 2020 Vision, sello pistero convencido desde sus inicios de la máxima de que en la variedad está el gusto.

Diga lo que diga la gente, el bacalao es igual al techno inteligente

Pues variedad es lo que encontramos en este Radio Sacrecrow. La IDM orbita alrededor de todo el disco, con omnipresencia del dub urbano a lo Pole/Scape pero sin hacerle ascos a bombos y melodías en 4/4 en algunos tracks: te lo puedes bailar en el sofá sin problema.

The Black Dog se han currado lo de darle unidad al disco dentro de la mentada variedad con verdadera economía creativa. ¿Cómo? Pues a través del uso y posterior reutilización de motivos y pistas en distintos temas; de esta manera, encontramos hasta ocho temas emparejados, de los que realmente nos salen cuatro. De esta manera, los 17 cortes del disco se reducen a trece, y los 70 minutos que dura el disco quedan cuajados, como si de una buena tortilla española se tratase. Aún así el disco pierde fuelle en su tercer cuarto, donde encontramos tres cortes (11, 12 y 13) tipo breaks experimental a lo Crisitan Vogel que aburren un poco.

Con todo ello, no nos queda más que recomendar este disco para todos aquellos que quieran recuperar la fe en la intelligent dance music. Aunque, ¿queda alguien con fe por ahí fuera?

Nachei le pone un 7

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